Esta historia real del Antiguo Régimen, recogida en 1840 por el italiano Alessandro Manzoni, es desgraciadamente muy actual. Según la Abogacía General del Estado –es decir, según el gobierno del reino de España- Alfonso Sastre, el dramaturgo vivo más importante del mundo, es un untore y su solo nombre (mientras él trabaja en sus obras de teatro encerrado en su habitación) es capaz de contaminar todo lo que linda con él, de Hondarribia a Tierra del Fuego. Contaminado por sus “conexiones personales” del pasado, su presencia como cabeza de lista en la candidatura de Iniciativa Internacionalista es hasta tal punto contaminante que debe ser inmediatamente privado de sus derechos ciudadanos junto a sus compañeros de grupo y junto a sus potenciales votantes. En este galope de regreso a la pre-modernidad, la lógica es ya –desgraciadamente- conocida: no es que presentarse a unas elecciones europeas sea un delito; no es que no se le permita presentarse por haber cometido un delito: es que su existencia misma es delictiva. “Intenciones”, “analogías”, “concomitancias”, toda la sutil obra del Derecho, levantada pacientemente durante siglos, sucumbe entre aplausos a esta atmósfera primitiva y sacrificial de miasmas oscuras transmitidas, como la gripe porcina, con o sin voluntad, en una onda expansiva ininterrumpida. Las nociones de enfermedad y pecado –mortales los dos- sustituyen a la de delito, prueba, presunción de inocencia, responsabilidad individual. De hasta qué punto “la defensa de la democracia” –con Savater y Rosa Díez a la cabeza- se ha deslizado ya en el mundo medieval, obscurantista, prehistórico, del farmakón y la magia negra da buena prueba el hecho de que, si quisiera, Alfonso Sastre no podría cambiar de opinión: es sólo el resultado de sus “conexiones personales” y el comienzo, a su vez, de conexiones potencialmente tan amplias que a partir de su nombre, en el delirio antijurídico de las analogías y las concomitancias, se podría impugnar o ilegalizar cualquier lista en la que hubiese algún lector de Escuadra hacia la muerte.
La conjetura de que Batasuna iba a pedir el voto para II y la presencia en sus listas de un excandidato de ANV, una fuerza entonces legal pero ilegalizada a posteriori, ha activado la enésima impugnación de una fuerza electoral que, con casi toda seguridad, no podrá concurrir el próximo 7 de junio a las elecciones europeas. En 1630 se hacían las cosas así; en 2009, en el reino de España, también. En 1630, los procesos abiertos contra los untori formaban parte de la lógica pre-ilustrada del Antiguo Régimen; en 2009, los procesos abiertos contra los untori se quieren hacer pasar por normalidad democrática y de Derecho. Gente inteligente, gente sesuda, gente honorable, respetada e influyente, gente fuera de toda sospecha, gente rica y gente poderosa –como en el Milán de la peste- tendrá algún día que rendir cuentas ante los ciudadanos por esta doble fechoría: la de restablecer el Antiguo Régimen y la de hacerlo, además, nombrando el derecho y la Democracia.
Así las cosas, sugiero –y lo hago en serio- que Batasuna, fuente de todas las miasmas, poderosísima varita de contagiar infamia, convoque una rueda de prensa y pida públicamente el voto para el PP y/o para el PSOE. ¿Quedarán manchados nuestros dos principales partidos? ¿Se pedirá su ilegalización? Por supuesto que no, pero de esa manera al menos quedará claro que, desencadenada fuera del derecho, esta lógica medieval es hasta tal punto medieval –y está tan fuera del derecho- que ni siquiera es lógica: es puro ejercicio de soberanía religiosa o, lo que es lo mismo, arbitrariedad paranoica de un Santo Oficio en su lucha contra el Mal.
Porque lo que ya ha quedado claro, en cualquier caso, es que el oscurantismo, la manipulación, el desprecio por las reglas del juego y la injusticia son infinitamente más contagiosos que la peste –y mucho más, claro, que la conciencia de la democracia y la libertad.
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