Apenas unas horas. Ése es el tiempo que ha tardado en desvanecerse por completo la esperanza de que, por primera vez, Naciones Unidas pasase de las palabras a los hechos e impulsase algún tipo de sanción contra el gobierno de Israel por la masacre que el Ejército sionista provocó el lunes a bordo del «Mavi Marmara», uno de los barcos que transportaba ayuda humanitaria a la cercada Gaza. La crueldad de la acción armada, dirigida sin miramientos contra una caravana de paz integrada por civiles y totalmente indefensa, hizo pensar por momentos que quizá esta vez Israel había calculado mal el alcance de su provocación y había cruzado definitivamente la línea roja.
Pocas dudas caben ya de que la impunidad de Israel en su agresión sistemática e implacable contra el pueblo palestino no conoce límite alguno. Sus soportes son tan sólidos que ni siquiera la violación del derecho internacional y la agresión directa a la soberanía de un país como Turquía consigue minar el apoyo incondicional que le presta Estados Unidos. Medio mundo se pregunta hoy qué hace falta para que todo un Nobel de la Paz como Barack Obama haga un gesto que ponga coto a la brutalidad israelí, y cuánta sangre debe correr aún antes de que se rompa el silencio cómplice e indigno de los organismos que dicen velar por la legalidad internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario