Leído en SUGARRA, publicación marxista vasca
El 25 de octubre [7 de noviembre] de 1917, estalló la insurrección de las masas trabajadoras en Petrogrado. Destacamentos de la Guardia Roja (formada por obreros armados) y tropas leales al Soviet ocuparon los puntos estratégicos de la ciudad, encontrando sólo una débil resistencia. El levantamiento había comenzado a las doce de la noche y a las ocho de la mañana, las operaciones casi habían concluido, salvo la detención del gobierno provisional que se había refugiado en el Palacio de Invierno. La insurrección victoriosa se extendió rápidamente a Moscú y a otras ciudades importantes.
La Revolución de Octubre supuso el comienzo de una nueva época en la historia de la humanidad. Fue un símbolo para las masas trabajadoras del mundo entero. Representó la esperanza para cientos de millones de personas, para todos los oprimidos y explotados, en cualquier lugar del planeta. Este 7 de noviembre, se cumplen 93 años desde que tuvieron lugar aquellos gloriosos acontecimientos.
Inició su actividad política en la clandestinidad en 1885, organizando los círculos marxistas de San Petesburgo en la “Unión de lucha por la emancipación de la clase obrera”. A partir de ahí seguirían años de detenciones, encarcelamientos, destierros, exilio, etc. En 1900 crea Iskra, el primer periódico marxista para toda Rusia. En 1903, en el II Congreso del POSDR, crea el Partido Bolchevique, que dirigiría a los trabajadores a través de diferentes etapas (revolución democrático burguesa de 1905, Revolución de Febrero de 1917 y la victoriosa Revolución de Octubre) a la instauración del primer Estado socialista.
Las aportaciones de Lenin, tanto teóricas como prácticas, a la causa de la revolución de los desposeídos, han sido inmensas. Abarcan todos los campos, desde el de la filosofía, la economía, la teoría política o las cuestiones militares, hasta la literatura y el arte, pasando por la teoría del Estado y el derecho. Pero, además, Lenin fue un guía para el proletariado revolucionario y para los pueblos y naciones oprimidas de todo el mundo, lo que quedó claramente de manifiesto en su postura contra la guerra imperialista (1914-1918), en sus trabajos sobre la cuestión nacional y, finalmente, con la creación de la Internacional Comunista, en 1919. Resulta imposible resumir en unas pocas líneas su ingente labor.
La Revolución de Octubre supuso el inicio de una ofensiva contra el capitalismo a nivel internacional. Las revoluciones que tuvieron lugar en Alemania y Hungría, en 1918 y 1919, y que posteriormente fueron aplastadas; el surgimiento del campo socialista, tras el final de la II Guerra Mundial; la Revolución china, la liberación de los pueblos de Indochina, Vietnam, Laos y Camboya; el establecimiento del socialismo en Albania, Corea del Norte y en Mongolia; así como a oleada de luchas de liberación nacional que tuvieron lugar en las décadas de los años 50 y 60, que condujo a la independencia de numerosos países respecto a las antiguas potencias colonizadoras; fueron algunos de sus aspectos más significativos.
En la época actual, estamos viviendo unas condiciones muy distintas. La gran ofensiva revolucionaria que se inició en Octubre de 1917 en Rusia, llegó a su término y el flujo revolucionario se ha convertido en su contrario. Pero la pérdida de una batalla, el fracaso de una ofensiva, no significa que se haya perdido la guerra que las clases explotadas y los pueblos oprimidos mantienen contra el capitalismo y el imperialismo en todo el mundo. La lucha continúa.
Es necesario realizar un profundo análisis de las condiciones que condujeron al fracaso de la ofensiva revolucionaria de Octubre y que permitieron el desmoronamiento del socialismo en aquellos países en que se había llegado a implantar. También es necesario analizar a fondo los cambios producidos en el sistema capitalista internacional, tanto en el terreno económico como en el social, en el político y el cultural.
Para ello, contamos con un bagaje de inmenso valor que es el formado por las aportaciones teóricas de los clásicos del marxismo y la experiencia histórica de la lucha por el socialismo a nivel mundial. Pero, también debemos estar prevenidos contra aquellos que, dejándose deslumbrar por los cambios acaecidos no dudan en afirmar que el marxismo-leninismo es una teoría obsoleta, y niegan la necesidad de un partido revolucionario, o que la clase obrera deba ser el sujeto histórico de la transformación social o, incluso, que para llevar ésta a cabo sea necesario tomar el poder.
También debemos estar prevenidos contra aquellos que, sin tener en cuenta los cambios habidos, sin extraer ninguna conclusión de la experiencia histórica del proletariado y de los pueblos oprimidos, afirman que no es necesario profundizar y desarrollar la teoría marxista, porque los clásicos ya lo predijeron todo, como si el marxismo-leninismo fuera una ciencia exacta o una nueva religión.
En pleno siglo XXI, en la época del capital financiero globalizado, el marxismo-leninismo sigue teniendo plena vigencia y, en concreto, el pensamiento de Lenin, su amplitud de miras, su actitud abierta al debate y a la discusión, su falta de temor a abordar los problemas, a experimentar nuevas soluciones, deben constituir un ejemplo permanente para quienes nos proclamamos comunistas.
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