viernes, 25 de febrero de 2011

La “izquierda” conspirativa y la bancarrota del imperialismo

Sade del Colectivo ODIO DE CLASE (2011-02-13)

La unilateralidad, antidialéctica, que caracteriza todo análisis de la “izquierda” conspirativa oculta –y le oculta a ella misma- la profundidad de la bancarrota del imperialismo, que las revueltas tunecina y egipcia han tenido la virtud de mostrar y agravar.

En otra parte ya hemos mencionado aquello que, desde este lado de la barricada, consideramos principal avance de estos últimos dos meses de lucha de masas en Túnez y Egipto: el salto adelante, en un sentido revolucionario, de la conciencia popular y el efecto expansivo de sus luchas a otros países.

Pero no se detienen ahí los aspectos positivos de las revueltas que agitan el norte de África. Del otro lado de la barricada, el gigantesco aparato burocrático integrado por las agencias de inteligencia de los países imperialistas, sus estructuras diplomáticas centrales y periféricas, sus agencias de cooperación sobre el terreno, sus analistas económico-financieros, etc., estructuras todas ellas que devoran millones y millones de euros diarios, han fracasado estrepitosamente en su labor de anticipación de los acontecimientos, de previsión del futuro inmediato y, en consecuencia, en su capacidad de condicionar a priori ese futuro.

La provisionalidad de la situación política tunecina a la que, por el momento, no se vislumbra una salida estable, acorde con los criterios de estabilidad que interesan al imperialismo; y, aún más, la actitud final de Mubarak –un monigote sangriento amortizado y más que amortizado por el imperialismo-, que al aferrarse patéticamente a la presidencia egipcia hizo peligrar la misma estrategia imperialista a la que ha servido durante los últimos 30 años, ponen a las claras la incapacidad estadounidense y unioneuropea para mantener bajo su control absoluto una zona geoestratégica vital para sus propios intereses.

Por supuesto que los imperialistas están “detrás” de las revueltas en Túnez y Egipto, pero no por lo que afirma la “izquierda” conspirativa: están “detrás” porque van “a remolque”. Y con la lengua fuera por la inimaginable –para ellos- tenacidad de unos pueblos a los que, hace apenas dos meses, despreciaban por su mansedumbre y sumisión ante la mano de hierro de esos dos criminales corruptos llamados Ben Ali y Mubarak.

Y es ahí precisamente, en el desprecio soberano que por las masas populares siente el imperialismo –cuya imagen refleja es, por cierto, la incapacidad de la “izquierda” conspirativa para suponer que el pueblo pueda dirigir su propio destino- donde reside la esencia de su bancarrota: el imperialismo no ha sabido anticipar estas sublevaciones porque el imperialismo, como ideología, no pueden concebir a las masas escribiendo la historia.

Había imaginado un golpe palaciego, había anticipado una sucesión en el trono y ahora se afana, deprisa y corriendo, por articular un remedo de democracia burguesa que canalice hacia los intereses del imperialismo la energía revolucionaria de los pueblos tunecino y egipcio.

Es en este recodo de la lucha donde la izquierda –no conspirativa, sino dialéctica y materialista- debe saber captar la necesidad del partido revolucionario. En él radica que la revuelta se transforme en revolución y la energía popular se canalice hacia el socialismo.

Aprendamos, pues, las lecciones de Túnez y Egipto. Y estemos preparados para cuando nos llegue el turno.

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