viernes, 25 de marzo de 2011

Libia y nuestro programa

Sade, del Colectivo Odio de Clase


Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente.

Manifiesto Comunista

¿Cuál es nuestro programa?

Ataviado con los ropajes de un supuesto maquiavelismo que, con todo rigor, debe calificarse de maquiavelismo de la nada, uno de los efectos más perniciosos –y prolongados en el tiempo- de la acción conjunta del eurocomunismo y del socialimperialismo soviético consistió en trocar nuestro programa, es decir, nuestros objetivos comunistas y los medios para alcanzarlos, por un programa diferente.

Así por ejemplo, tras el Congreso del año 54, el PCE pretendió la liquidación de la lucha de clases, renunciando a dirigirla, bajo la proclama de la “reconciliación nacional”; en el año 78, ese mismo partido hizo suya la bandera de los golpistas del 36 en sustitución de aquella otra, tricolor, por la que miles y miles de comunistas dieron su vida heroicamente en lucha contra aquellos mismos golpistas; hace apenas unos días, un ex Secretario General de ese partido agitaba la vigente constitución monárquica como supuesta depositaria de la solución económica a la crisis capitalista…

El Colectivo Odio de Clase (ODC) se ha negado, por antimarxista, a valorar la revuelta libia, sin más, como “una intervención de la CIA”.

Nuestro programa, el programa comunista, dice que el desarrollo histórico es resultado de la lucha de clases, y desde una perspectiva internacional, del enfrentamiento entre imperialismo y antiimperialismo. Pretender liquidar teoréticamente la revuelta libia como “una intervención de la CIA” no es sino recurrir al averiado recurso de la conspiración, recurso ajeno al marxismo no sólo en un sentido negativo, es decir, por no atender a la lucha de clases y al enfrentamiento entre países imperialistas y países y movimientos antiimperialistas como factores determinantes, sino también en un sentido positivo: para las teorías conspirativas el motor de la historia es la voluntad individual o de un pequeño grupo de hombres elegidos, punto en el que coinciden plenamente con el pensamiento burgués-liberal.

Nuestro programa, el programa comunista, sostiene que un sistema social en que el trabajo manual es desempeñado masiva y exclusivamente por centenares de miles de extranjeros sin el más mínimo derecho laboral y político, mientras la población autóctona se reserva el trabajo intelectual o se entrega a la simple ociosidad financiada con la renta petrolera extraída del trabajo de esos obreros extranjeros, en las condiciones dictadas por los mercados controlados por el imperialismo, es un sistema social y político reaccionario. Ésa y no otra es, objetivamente, la caracterización del sistema social imperante en Libia.

Nuestro programa, el programa comunista, nos exige posicionarnos inequívocamente del lado del agredido por el imperialismo. ODC ha dejado meridianemente claro su apoyo sin fisuras al régimen de Gaddafi tras el desencadenamiento de la agresión imperialista. Sin embargo, la naturaleza reaccionaria del régimen de Gaddafi no lo es menos por el hecho mismo de la agresión, del mismo modo que no dejó de ser reaccionario y filofascista el régimen de Engelbert Dollfuss por la agresión imperialista del nazismo sufrida por Austria en los años 30. En concreto, nuestro programa, el programa comunista, afirma que es el carácter reaccionario del régimen de Gaddafi, como lo fue el de Dollffuss, –¡y no las revueltas populares contra la reacción!- el que termina por facilitar los planes criminales del imperialismo.

¿Por qué derrotó en 1945 la Unión Soviética la más gigantesca agresión imperialista que país alguno haya tenido que afrontar? ¿Por qué doblegó Vietnam a dos imperios colosales como el francés y el estadounidense, uno detrás de otro? Porque el programa de Stalin y de Ho Chi Minh no era el del nacionalismo pequeñoburgués de los Noriega, Milosevic o Saddam Hussein; porque su programa, el programa comunista, movió a la solidaridad de millones y millones de seres humanos contra la agresión imperialista; porque su bandera no era verde como la de Gaddafi sino roja: nuestra bandera, la bandera de los comunistas del mundo.

Mientras los comunistas no atendamos a las palabras de Marx y Engels que dan inicio a este artículo, nuestra energía revolucionaria se canalizará hacia la realización de los intereses no de las masas populares sino de los explotadores y de las luchas interimperialistas. El último ejemplo de ese maquiavelismo de la nada, típicamente eurocomunista, es la traición del Partido Comunista de Nepal (Maoísta) que, so pretexto de calmar a la fiera imperialista india y estadounidense, liquidó la Guerra Popular para participar en unas elecciones que, aun ganadas por el propio PCN (M), no han alterado un ápice las relaciones de clase existentes bajo la monarquía reaccionaria de Gyanendra.

¡Sólo armados con comunismo derrotaremos al imperialismo!

¡Apoyar y defender el régimen de Gaddafi bajo la agresión imperialista no significa defender su programa!

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