Euskal Herria es una vieja y pequeña nación del continente europeo por diferentes razones: el euskara es uno de los más antiguos del mundo, y a pesar de haber estado proscrito durante décadas, sigue vivo gracias al esfuerzo de sus hablantes y defensores; la cultura vasca tiene gran variedad de elementos que la hacen particular; la historia de Euskal Herria está repleta de batallas perdidas, pero tiene otros tantos pasajes de resistencia y gestas frente a la imposición... Muchos elementos muestran la diferencia entre nuestro pueblo y el resto que lo rodean, lo intentan dominar o, simplemente, lo visitan. Los resultados electorales son, tal y como se pudo comprobar ayer, otro elemento más que muestra la condición de nación de Euskal Herria.
El pueblo abertzale de izquierda apuesta fuerte
Porque no existe otra explicación posible para los datos de ayer. Los resultados muestran una dinámica electoral totalmente opuesta a la del resto del Estado español, una dinámica que no puede ser sino reflejo de una sociedad distinta, con una agenda política y unos intereses y valores distintos. También muestran que la estrategia represiva del Estado para con Euskal Herria funciona en el Estado, pero sigue sin funcionar en Euskal Herria.
Por ejemplo, dentro del bloque unionista, la tendencia es la opuesta a la del resto del Estado, siendo el PSOE quien mantiene el tipo recibiendo los votos que pierde el PP. En todo caso, ese bloque mantiene sus resultados, lo que debería impulsar una profunda reflexión dentro de las fuerzas abertzales.
Una reflexión que de hecho ya está en marcha, aunque incomprensiblemente algunas fuerzas abertzales hagan campaña en su contra. Los malos resultados cosechados por esos partidos, especialmente Aralar y EA, deberían hacerles reflexionar. Más aún si se tienen en cuenta los pobres resultados del PNV y su lenta pero progresiva descomposición, no ya electoral, sino sobre todo ideológica.
En ese sentido, lo que Arnaldo Otegi ha llamado «el pueblo abertzale de izquierdas» se ha movilizado para apoyar a Alfonso Sastre, para agradecer el inconmensurable acto de solidaridad de los promotores de II-SP y para apostar por el liderazgo de la izquierda abertzale en la transición hacia otra fase política para Euskal Herria. Dentro de esta tendencia hay que destacar los resultados que obtiene II-SP en Nafarroa, así como el derrumbe de los partidos miembros de la coalición Nafarroa Bai. No lograr llevar a Sastre o a Benegas al Parlamento Europeo puede será frustrante para muchos, a pesar de saber lo difícil de ese empeño en estas condiciones. Pero los datos muestran que esa postura internacionalista y anticapitalista crece en Euskal Herria y que, frente a la inercia represiva, sólo queda forzar un salto cualitativo hacia otro marco en parámetros de justicia y democracia.
No cabe duda de que el voto a II-SP, tanto en Euskal Herria como en el Estado, no ha sido simplemente un voto de resistencia. En realidad, se puede decir que ha sido un voto por la paz. Pero, evidentemente, esa paz no es sinónimo de rendición, no es la paz de las cunetas, la paz que instaura un silencio aterrador. No se trata de la pacificación vía leyes y estados de excepción encubiertos. Se trata de la paz que proviene del diálogo político, del respeto de la voluntad popular, basada en la justicia y en la democracia, consecuencia del acuerdo entre las partes y del apoyo del pueblo. Así lo deben entender, también en Europa.
Asimismo, en Ipar Euskal Herria, con cerca de 6.000 votos de EHA, también se ha mostrado que Euskal Herria no termina en el Bidasoa, sino en el Aturri.
La UE sigue su deriva hacia la derecha
Los resultados confirmaban anoche que la socialdemocracia europea ha sido incapaz de articular un discurso que revierta la crisis económica y financiera contra el poder mayoritario de la derecha tanto en el Parlamento Europeo como en el conjunto de los ejecutivos de la UE. Bien al contrario, el Partido Popular Europeo amplía su ventaja en la Cámara frente al Partido de los Socialistas Europeos. El fracaso del centro-izquierda ha sido particularmente notable en Alemania y Francia, y también en Gran Bretaña o Austria, al igual que en el Estado español, donde el PP ha superado al PSOE en más de tres puntos y dos escaños, confirmando una realidad inquietante para la izquierda: la derecha gobierna en 21 de los 27 estados de la Unión y su control del Parlamento augura más de lo mismo para la integración europea. Estos resultados tendrán consecuencias en la Unión, y la primera será que el PPE podrá imponer, sin mayores problemas, la reelección de Durao Barroso para un segundo mandato al frente de la Comisión, a pesar de las duras críticas recibidas en sus primeros cinco años. La segunda consecuencia es que la Cámara Europea sigue perdiendo legitimidad elección tras elección. La participación ha caído al mínimo histórico del 43%, una cifra que debería llamar urgentemente a la reflexión, algo que, sin embargo, es casi inimaginable con la actual configuración de la Cámara y del conjunto de gobiernos de la UE. La UE sigue su deriva hacia la derecha, cada vez más alejada de los ciudadanos y, aún, sin Tratado de Lisboa.
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