El caso «está en manos de la Justicia». Toulouse se cierra en banda ante las preguntas sobre la aparición del cadáver del refugiado vasco Jon Anza. Un año después, los testigos del hallazgo ante el restaurante Hippopotamus se han reducido a bomberos, Policía y al personal de la ambulancia. Nadie quiere hablar.
Leído en GARA
«La investigación está en marcha», es la respuesta más común. Y todas las puertas que se van cerrando confluyen en dos personas: Michel Valet, procurador de la República francesa, y Guy Sapata, director de la Policía Judicial de Toulouse. Son los únicos con permiso para hablar. El resto (bomberos, personal médico, Policía Municipal) se acoge al mutismo colectivo.
Michel Valet, fiscal de Toulouse, es una de las dos voces autorizadas. «La cuestión está abierta, y ahora corresponde a la jueza arrojar toda la luz sobre el tiempo que transcurre desde la desaparición de Anza hasta hoy», asegura en declaraciones a GARA. El mensaje se mantiene invariable.
El hospital decide callar
«Nos remitimos a la nota de prensa enviada», indica Marie-Claude Sudre, directora de comunicación de los servicios hospitalarios de la capital occitana. Se muestra molesta ante una pregunta obvia: ¿qué ocurrió con las tres comunicaciones (del 29 de abril, 4 y 7 de mayo) que el hospital asegura haber enviado a la Policía, a la Fiscalía y a la Oficina de Desapariciones Inquietantes advirtiendo de la presencia de un paciente sin identificar? «No tenemos por qué justificarnos», señala. Tampoco hay posibilidad de ver cualquiera de esos tres documentos, en los que se incluiría una descripción completa del refugiado vasco en el momento en el que se encontraba hospitalizado. «Ése no es mi trabajo. Pregunte al equipo médico», concluye para poner fin a una conversación incómoda. Otra puerta cerrada.
Ni doctores ni magistrados quieren hablar sobre un tema que en Toulouse se observa con un prisma de negligencia continuada, sin referencias a qué le pudo ocurrir al refugiado vasco desde que llegó a la capital occitana el 18 de abril de 2009 hasta que fue encontrado once días después. Aunque también la Policía se ha encargado de recordar que el secreto de sumario obliga al silencio. «Hemos detectado varias disfuncionalidades», reconoce Guy Sapata, director de la Policía Judicial, que insiste en que nadie en la comisaría recogió los faxes procedentes del hospital universitario. «Puede que hayan llegado al lugar o a la persona equivocada, las cosas se pierden», alega, tras cargar contra el hospital asegurando que «es la organización que ha funcionado mal» la que luego está emitiendo comunicados de prensa.
Además, Sapata trata de restar importancia al hecho de que el pasaporte del militante abertzale hubiese permanecido en objetos perdidos supuestamente desde hace meses sin que ningún agente se acercase a indagar, a pesar de existir un requerimiento sobre un desaparecido. «Trabajamos con la hipótesis de que algunos de sus objetos personales han podido perderse o han podido ser destruidos», afirma sin perder la compostura.
Sin documentos ni testigos
A menos de 20 metros de allí se encuentra la parada de metro Jean Jaurés, sin duda una de las más transitadas ya que es la única donde se cruzan las dos principales líneas de metro de la capital occitana. El director del Hippopotamus repite el discurso casi de memoria: «Vimos policía en el exterior, pero no nos enteramos de nada más hasta que lo hemos leído en los periódicos».
En el Ayuntamiento tampoco se ofrecen respuestas. «No tenemos nada que decir, ésta es una cuestión de la Justicia», insiste Jean Pierre Havrin, adjunto a la Alcaldía de Toulouse y responsable de los agentes municipales. Desde el Consistorio se reconoce que los policías locales acudieron a aquella terraza, pero no van más allá. «El atestado es cosa de los bomberos, que fueron quienes se hicieron cargo». Como en el caso de Policía Judicial y hospitales, otra vez la pelota vuela a otro tejado.
Otro grupo de bomberos, esta vez presentes en la manifestación de la huelga general convocada en el Estado francés para el martes pasado, también se acoge a este derecho. «Sí, conozco a las personas que realizaron este servicio, pero puedo asegurar que ninguno de ellos está dispuesto a decir nada». Nadie quiere mojarse. «No están acostumbrados a que vengan periodistas y pregunten», se excusan desde el Ayuntamiento.
No obstante, la súbita escapada de dos guardias civiles del apartahotel Adagio el 20 de mayo de 2009, precisamente un día después de que ETA denunciase públicamente la desaparición de su militante, es el hecho sobre el que nadie hace ninguna mención. Con las prisas, los agentes olvidaron sus pistolas bajo el colchón de la cama, tal y como confirmó la fiscal de Baiona, Anne Kayanakis. A pesar de ello, el incidente ha desaparecido del discurso francés.
Toulouse es una ciudad muda. No hay respuestas para las negligencias tras la desaparición y posterior fallecimiento del militante y, peor aún, tampoco para el agujero negro del 18 al 29 de abril. «La investigación tendrá que arrojar luz sobre lo ocurrido desde que salió de Baiona hasta hoy», insiste Michel Vallet. Por ahora, sólo hay sombras.
«El sistema de vigilancia fue implantado por el anterior equipo de gobierno, pero ahora no funciona. Los grupos de izquierda hemos estado siempre en contra, así que no se guarda nada de lo que se graba, a pesar de que las cámaras estén ahí», explica una trabajadora del Consistorio de Toulouse. Y es cierto. El circuito de vídeo fue una iniciativa del anterior alcalde, Jean-Luc Moudenc, de la UMP, y suscitó un fuerte rechazo entre las formaciones progresistas. Lo que no queda tan claro es cuánto tiempo perduran las imágenes, ya que las cámaras no se han desinstalado. Y, sobre todo, se desconoce si se revisaron la noche del 29 de abril, cuando apareció el militante vasco. Tampoco nadie acierta a explicar hasta dónde alcanza el radio de grabación.
Lagunas en una búsqueda inconsistente
Los agentes empezaron sus deberes con casi un año de retraso y, al parecer, sin mucho interés. La Policía visitó los establecimientos de forma aleatoria, dejándose por el camino a la gran mayoría. «La Policía estuvo aquí hace unos días, preguntando por este hombre», comenta la recepcionista del Ambassador al ver la foto. No le dejaron un aviso para que lo colgara en la pared. Sin embargo, la foto de Anza no suena de nada a los recepcionistas de los dos hoteles más cercanos al Ambassador, el Grand Hotel d'Orleans y el Saint Severin. No se resisten a preguntar: «¿Y quién es?».
Sólo entre los hoteles más pegados a la estación de tren reaparece el rastro de una investigación policial. En el Icare, al otro lado del canal que separa la estación del casco antiguo, el empleado del hotel está seguro de haber visto la fotografía, aunque no sabe de quién se trata. «Estoy seguro de haberle visto antes. Mi trabajo es identificar caras. Creo que recibí la foto por e-mail. A veces, la Policía nos manda estas fotos para que la alertemos. Suele tratarse de gente problemática o desaparecida». Pero del supuesto e-mail no queda rastro. El recepcionista dice que lo borró, pero que quizá lo guarden en el Terminus, a sólo diez metros. Sin embargo, en el Terminus no han visto la fotografía ni el e-mail, y nadie ha preguntado.
Fuera de Matabiau, en la zona del restaurante Hippopotamus, donde agentes de la Policía Local encontraron a Anza agonizando, la búsqueda se limitó a preguntar en el propio Hippopotamus. Al responsable de la hamburguesería Quick de al lado nadie le ha preguntado nada. En Le Cassolé, exactamente lo mismo. Al igual que en los hoteles de alrededor y en los del centro. En el Victor Hugo (a 300 metros del lugar donde se halló a Anza), el empleado rebusca entre un pequeño taco de papeles al ver la fotografía. «Estos son todos los avisos que hemos recibido, algunos los envía la Policía y otros son fotos que nos enviamos entre nosotros; es gente peligrosa o que se haya marchado sin pagar». Entre los papeles no está el aviso de Anza. Nadie se molestó en enviárselo.
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