viernes, 9 de abril de 2010

Desaparición y muerte de Jon Anza, todo son sombras y evasivas


El caso «está en manos de la Justicia». Toulouse se cierra en banda ante las preguntas sobre la aparición del cadáver del refugiado vasco Jon Anza. Un año después, los testigos del hallazgo ante el restaurante Hippopotamus se han reducido a bomberos, Policía y al personal de la ambulancia. Nadie quiere hablar.

Leído en GARA

Han pasado más de dos semanas desde que las autoridades francesas indicaran que el cuerpo del militante donostiarra llevaba casi un año «olvidado» en la capital occitana. Es tiempo suficiente para que un manto de silencio se haya extendido entre todas las personas e instituciones que tuvieron contacto con Anza desde que fue hallado semiinconsciente en la terraza del restaurante Hippopotamus el 29 de abril del año pasado hasta que, once días después, falleció en el hospital Purpan, según ha constatado GARA.

«La investigación está en marcha», es la respuesta más común. Y todas las puertas que se van cerrando confluyen en dos personas: Michel Valet, procurador de la República francesa, y Guy Sapata, director de la Policía Judicial de Toulouse. Son los únicos con permiso para hablar. El resto (bomberos, personal médico, Policía Municipal) se acoge al mutismo colectivo.

«No recibo a periodistas. Para eso está el procurador. No hablaré ni hoy ni mañana». Son palabras de Myriam Viargues, la jueza encargada de la instrucción, cinco días después de recibir el dossier sobre Anza. Apenas tres frases a través del «manos libres» de una de las oficinas del Palacio de Justicia de Toulouse. «Ya conocía su respuesta», incide el administrativo que ejerce de pantalla entre la magistrada y la prensa. Aquí todo el mundo ha oído hablar sobre el hallazgo del cuerpo del refugiado. Por eso, saben que nadie dirá nada.

Michel Valet, fiscal de Toulouse, es una de las dos voces autorizadas. «La cuestión está abierta, y ahora corresponde a la jueza arrojar toda la luz sobre el tiempo que transcurre desde la desaparición de Anza hasta hoy», asegura en declaraciones a GARA. El mensaje se mantiene invariable.

El hospital decide callar

El caso está en manos de la Justicia, pero en los tribunales se han quedado mudos tras decretarse el secreto de sumario. Y el resto de actores les devuelven la pelota. «La cuestión se está investigando», señala Daniel Rouget, el director del Instituto de Medicina Legal de Toulouse, que realizó la autopsia al cuerpo del militante donostiarra. No hay grietas informativas ni en el Purpan, donde Jon Anza pasó los once días que transcurrieron desde que fue atendido por primera vez, ni en el Rangueil, en cuya morgue permanece el cuerpo del militante después de que se denegase la presencia de un médico de confianza durante las pruebas para determinar las causas de su fallecimiento. Una autopsia que llevó a cabo el forense Rouget.

«Nos remitimos a la nota de prensa enviada», indica Marie-Claude Sudre, directora de comunicación de los servicios hospitalarios de la capital occitana. Se muestra molesta ante una pregunta obvia: ¿qué ocurrió con las tres comunicaciones (del 29 de abril, 4 y 7 de mayo) que el hospital asegura haber enviado a la Policía, a la Fiscalía y a la Oficina de Desapariciones Inquietantes advirtiendo de la presencia de un paciente sin identificar? «No tenemos por qué justificarnos», señala. Tampoco hay posibilidad de ver cualquiera de esos tres documentos, en los que se incluiría una descripción completa del refugiado vasco en el momento en el que se encontraba hospitalizado. «Ése no es mi trabajo. Pregunte al equipo médico», concluye para poner fin a una conversación incómoda. Otra puerta cerrada.

Ni doctores ni magistrados quieren hablar sobre un tema que en Toulouse se observa con un prisma de negligencia continuada, sin referencias a qué le pudo ocurrir al refugiado vasco desde que llegó a la capital occitana el 18 de abril de 2009 hasta que fue encontrado once días después. Aunque también la Policía se ha encargado de recordar que el secreto de sumario obliga al silencio. «Hemos detectado varias disfuncionalidades», reconoce Guy Sapata, director de la Policía Judicial, que insiste en que nadie en la comisaría recogió los faxes procedentes del hospital universitario. «Puede que hayan llegado al lugar o a la persona equivocada, las cosas se pierden», alega, tras cargar contra el hospital asegurando que «es la organización que ha funcionado mal» la que luego está emitiendo comunicados de prensa.

Además, Sapata trata de restar importancia al hecho de que el pasaporte del militante abertzale hubiese permanecido en objetos perdidos supuestamente desde hace meses sin que ningún agente se acercase a indagar, a pesar de existir un requerimiento sobre un desaparecido. «Trabajamos con la hipótesis de que algunos de sus objetos personales han podido perderse o han podido ser destruidos», afirma sin perder la compostura.

Todavía no se ha hecho público ningún documento que lo acredite, pero parece probado que Policía Municipal y bomberos fueron las primeras personas que tuvieron contacto con Anza tras la medianoche del 29 de abril de 2009, cuando éste se encontraba, en aparente mal estado, en la terraza del restaurante Hippopotamus.

Sin documentos ni testigos

El boulevard Strasbourg, donde se ubica este local, es una de las principales arterias tolosanas. Un lugar lo suficientemente céntrico como para que en todo momento haya viandantes. Sobre todo, teniendo en cuenta que el Hippopotamus tiene a su derecha un restaurante de comida rápida de la cadena Quick y, a su izquierda, otro local donde se sirven cenas. Todos ellos, con mesitas en la acera para cuando hace buen tiempo. El restaurante Hippopotamus, además, sirve menús hasta pasada la medianoche.

A menos de 20 metros de allí se encuentra la parada de metro Jean Jaurés, sin duda una de las más transitadas ya que es la única donde se cruzan las dos principales líneas de metro de la capital occitana. El director del Hippopotamus repite el discurso casi de memoria: «Vimos policía en el exterior, pero no nos enteramos de nada más hasta que lo hemos leído en los periódicos».

En el Ayuntamiento tampoco se ofrecen respuestas. «No tenemos nada que decir, ésta es una cuestión de la Justicia», insiste Jean Pierre Havrin, adjunto a la Alcaldía de Toulouse y responsable de los agentes municipales. Desde el Consistorio se reconoce que los policías locales acudieron a aquella terraza, pero no van más allá. «El atestado es cosa de los bomberos, que fueron quienes se hicieron cargo». Como en el caso de Policía Judicial y hospitales, otra vez la pelota vuela a otro tejado.

«La Policía Municipal sólo quiere evadirse, hay que preguntarles a ellos», desvía uno de los bomberos del parque situado en la calle Jean Aillet, el más céntrico y desde donde tuvo que salir el equipo que atendió al refugiado vasco. En un principio, buscan en los archivos. Pero luego se dan cuenta del caso sobre el que están hablando. «Ya vino la Policía y no podemos decir nada, nos acogemos al secreto profesional», explican. Lo único que confirman los bomberos es que sí atendieron aquella llamada. También dejan intuir que se realizó un masaje cardiorrespiratorio. Lo demás ha quedado en manos de ese «secreto profesional».

Otro grupo de bomberos, esta vez presentes en la manifestación de la huelga general convocada en el Estado francés para el martes pasado, también se acoge a este derecho. «Sí, conozco a las personas que realizaron este servicio, pero puedo asegurar que ninguno de ellos está dispuesto a decir nada». Nadie quiere mojarse. «No están acostumbrados a que vengan periodistas y pregunten», se excusan desde el Ayuntamiento.

No obstante, la súbita escapada de dos guardias civiles del apartahotel Adagio el 20 de mayo de 2009, precisamente un día después de que ETA denunciase públicamente la desaparición de su militante, es el hecho sobre el que nadie hace ninguna mención. Con las prisas, los agentes olvidaron sus pistolas bajo el colchón de la cama, tal y como confirmó la fiscal de Baiona, Anne Kayanakis. A pesar de ello, el incidente ha desaparecido del discurso francés.

Ubicado a unos cinco kilómetros del centro de Toulouse, si algo caracteriza a este alojamiento es la discreción. A su alrededor, carreteras secundarias, zonas industriales y más hoteles, sólo distinguibles por los carteles luminosos. «No damos información sobre los clientes», repite, muy profesional, el recepcionista del Adagio. La misma consigna para todas las cuestiones. «No voy a mentir, aunque esto fuera verdad, no estoy autorizado a contestar», insiste. ¿Se han alojado en este hotel muchos policías españoles? «Honestamente, no puedo responder a esa pregunta».

Toulouse es una ciudad muda. No hay respuestas para las negligencias tras la desaparición y posterior fallecimiento del militante y, peor aún, tampoco para el agujero negro del 18 al 29 de abril. «La investigación tendrá que arrojar luz sobre lo ocurrido desde que salió de Baiona hasta hoy», insiste Michel Vallet. Por ahora, sólo hay sombras.

Las cámaras que no graban dentro de la capital occitana

Un cartel a escasos metros de la fachada del Hippopotamus, en el cruce entre el boulevard de Strasbourg y la avenida Jean Jaurés, advierte: «Zona videovigilada». Y ofrece un número de teléfono de la Policía Municipal para el control de las imágenes. La pregunta es automática: ¿pudieron estas cámaras captar cómo llegó Jon Anza hasta la terraza del restaurante donde posteriormente fue atendido en la madrugada del 19 de abril? Si un vídeo sirvió para «identificar» como militantes de ETA a cinco bomberos catalanes de vacaciones, también podría haber aportado algún indicio sobre lo que ocurrió la noche en la que el refugiado vasco fue encontrado. Nuevamente, una maraña de silencios e inexactitudes dejan la respuesta en el aire. O, al menos, a medias.

«El sistema de vigilancia fue implantado por el anterior equipo de gobierno, pero ahora no funciona. Los grupos de izquierda hemos estado siempre en contra, así que no se guarda nada de lo que se graba, a pesar de que las cámaras estén ahí», explica una trabajadora del Consistorio de Toulouse. Y es cierto. El circuito de vídeo fue una iniciativa del anterior alcalde, Jean-Luc Moudenc, de la UMP, y suscitó un fuerte rechazo entre las formaciones progresistas. Lo que no queda tan claro es cuánto tiempo perduran las imágenes, ya que las cámaras no se han desinstalado. Y, sobre todo, se desconoce si se revisaron la noche del 29 de abril, cuando apareció el militante vasco. Tampoco nadie acierta a explicar hasta dónde alcanza el radio de grabación.

En la zona peatonal de la avenida Jean Jaurés, a apenas una veintena de metros del Hippopotamus, las cámaras son visibles. Y no enfocan hacia el restaurante. Pero podría haber alguna otra que enfocase hacia la fachada del local. «Probablemente, sí», responden desde la Policía Municipal. El encargado del Hippopotamus lo desconoce, aunque cree que los vídeos están centrados en el control del tráfico. Y la Policía Nacional vuelve a remitir al Ayuntamiento de Toulouse. Una llamada para preguntar por una mochila extraviada responde a algunas dudas. «Las cámaras no se utilizan para objetos robados o extraviados, solamente para agresiones o casos similares». ¿Como la aparición de una persona semiinconsciente y sin documentación? «No hay nada archivado», insisten desde el Ayuntamiento, donde tampoco confirman si la Policía se interesó por las imágenes cuando aseguraban que la búsqueda del desaparecido estaba en marcha.

Lagunas en una búsqueda inconsistente

Esta semana muchos de los hoteles de la turística Toulouse colgaban el cartel de «complet». La zona de la estación de tren, Matabiau, es una de las más marginales de la ciudad, con bastante mendicidad y llena de locutorios y carnicerías halal. La mayoría de los hoteles de la zona se concentran en la Rue de Bayard, que une la estación con la Rue de Strasbourg, una de las arterias principales que bordean el centro de la capital occitana. Se trata de establecimientos humildes. Por lo general, de dos estrellas. La Policía se paseó por varios hoteles de esta calle hace unos seis días, buscando pistas sobre Jon Anza.

Los agentes empezaron sus deberes con casi un año de retraso y, al parecer, sin mucho interés. La Policía visitó los establecimientos de forma aleatoria, dejándose por el camino a la gran mayoría. «La Policía estuvo aquí hace unos días, preguntando por este hombre», comenta la recepcionista del Ambassador al ver la foto. No le dejaron un aviso para que lo colgara en la pared. Sin embargo, la foto de Anza no suena de nada a los recepcionistas de los dos hoteles más cercanos al Ambassador, el Grand Hotel d'Orleans y el Saint Severin. No se resisten a preguntar: «¿Y quién es?».

Sólo entre los hoteles más pegados a la estación de tren reaparece el rastro de una investigación policial. En el Icare, al otro lado del canal que separa la estación del casco antiguo, el empleado del hotel está seguro de haber visto la fotografía, aunque no sabe de quién se trata. «Estoy seguro de haberle visto antes. Mi trabajo es identificar caras. Creo que recibí la foto por e-mail. A veces, la Policía nos manda estas fotos para que la alertemos. Suele tratarse de gente problemática o desaparecida». Pero del supuesto e-mail no queda rastro. El recepcionista dice que lo borró, pero que quizá lo guarden en el Terminus, a sólo diez metros. Sin embargo, en el Terminus no han visto la fotografía ni el e-mail, y nadie ha preguntado.

Fuera de Matabiau, en la zona del restaurante Hippopotamus, donde agentes de la Policía Local encontraron a Anza agonizando, la búsqueda se limitó a preguntar en el propio Hippopotamus. Al responsable de la hamburguesería Quick de al lado nadie le ha preguntado nada. En Le Cassolé, exactamente lo mismo. Al igual que en los hoteles de alrededor y en los del centro. En el Victor Hugo (a 300 metros del lugar donde se halló a Anza), el empleado rebusca entre un pequeño taco de papeles al ver la fotografía. «Estos son todos los avisos que hemos recibido, algunos los envía la Policía y otros son fotos que nos enviamos entre nosotros; es gente peligrosa o que se haya marchado sin pagar». Entre los papeles no está el aviso de Anza. Nadie se molestó en enviárselo.

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